// 11.12.2015 - 16.01.2016 / Sala CUB

ESTUDIOS DE ARTE


“Para el artista el taller es casi siempre el centro del universo”, escribe Michael Peppiatt en su conocido trabajo sobre el taller de Alberto Giacometti. Y es muy cierto: a menudo el taller, el estudio del creador, es una proyección más de su arte, de su personalidad creativa. Evidentemente, todos conformamos nuestro espacio, nuestro biotopo, y esta observación sería aplicable a cualquier otro tipo de creador, desde el músico hasta el escritor. Pero en el caso de los artistas se añaden muchos otros elementos espaciales y visuales, que hacen especialmente interesante el lugar creativo. Eso explica la relación intensa que se ha producido siempre entre estos y los escritores, y por qué los ateliers han motivado tanta literatura. Los estudios de Paul Cézanne en la Provenza, de Giacometti en París, de Claude Monet en Giverny, de Giorgio de Chirico en Roma o de Salvador Dalí en Port-Lligat han producido toda clase de reportajes, crónicas y evocaciones: son lugares de peregrinaje que resultan, por lo menos, cautivadores. Al visitarlos queremos descubrir el secreto de su arte, la fórmula de su genialidad.

Esta exposición Estudios de arte, que presenta la Fundación Bancaja, se enmarca dentro de esta larga tradición. Durante cinco años he ido visitando, junto al fotógrafo Jesús Císcar, los espacios creativos de 44 artistas valencianos, y elaborando unos reportajes que se han publicado casi en su totalidad en las páginas del diario El País. Con esta exposición nos interesaba estudiar la relación del artista con su entorno, con su geografía, con su realidad social. Cómo la plasma, cómo le influye, cómo lo modula. Uno de los hilos discursivos de estos estudios es precisamente este, la relación del artista con su territorio. Hasta qué punto el estudio es un lugar cerrado, impermeable a lo que sucede en el exterior, o hasta qué punto bebe y se empapa de lo que le rodea y, lógicamente, se proyecta y revierte sobre la obra. En este sentido, hay casos muy esclarecedores de ambas posiciones, pero en general predomina la primera: el artista se aísla por completo del exterior, se encierra en su refugio y allí desarrolla autónomamente su mundo, su universo repleto de símbolos propios e intransferibles.

Hay talleres impolutos como hay otros polvorientos o llenos de trastos o de basura; los hay inmensos y luminosos como los hay pequeños, lúgubres y angustiantes; algunos artistas necesitan todas las comodidades, otros son verdaderos ascetas, ermitaños que parecen vivir del aire. Pero la visita a estos lugares siempre ha sido instructiva, siempre nos ha aportado nuevas claves para la exégesis de la obra del artista. Es entrar en el templo o en la caverna de la creación y saturarte de su mensaje. Andreu Alfaro constataba que su estudio era una parte más de su obra y era verdad: su estudio proyectaba grandiosamente su personalidad. Como dice Carmen Calvo, el taller es el sancta santorum del creador, un lugar a rebosar de vivencias profundas: “la sillita de la abuela”, siguiendo la poderosa metáfora de Artur Heras.

Estos reportajes, de los que el visitante puede leer un extracto en la sala de exposiciones, también han servido para hablar de arte. Sobre las necesidades y las motivaciones del creador, sobre las inquietudes y las dudas que los atenazan, sobre las influencias, las filias y las fobias. Los artistas han manifestado sus preferencias, y en este sentido hay muchas alusiones entusiastas a otros artistas valencianos no presentes en estos estudios, por una simple cuestión de tiempo y de espacio. No obstante, toda esta amplia nómina de creadores demuestra la gran diversidad y vitalidad creadora que existe en nuestra tierra.

Jesús Císcar, con sus fotografías, ha capturado el alma del artista y de su taller, sin imposturas ni exageraciones: una imagen cálida y profunda, detallista y sobrecogedora, verdadera y entrañable. También su fotografía es un reflejo de su personalidad, de su probidad intelectual, de su carácter sabio y perspicaz. Un método fotográfico stendhaliano, que no adultera nada, que tan solo “describe”, que tan solo captura la realidad y nos la muestra, como quien pasea un espejo por aquel interior. Al mismo tiempo, en esta exposición las percepciones literarias y fotográficas van acompañadas por algunas obras representativas del artista, la mayor parte procedente de la colección de la Fundación Bancaja. La exposición ofrece así, con más de un centenar de piezas (pintura, escultura, collage...), un intenso recorrido por el arte contemporáneo valenciano. De este modo, el taller de cada artista sitúa al visitante en un escenario en el que literatura, fotografía y arte interaccionan y se dan la mano.

En última instancia, estos estudios dejan constancia de un hecho trascendental: el papel esencial que ha jugado el arte en nuestro legado cultural. Con esta exposición hemos fijado unos años fundamentales del arte valenciano, que muy difícilmente se volverán a producir con tanta riqueza y calidad. La nómina de artistas, en plena madurez creativa, es sencillamente formidable. Por eso estos Estudios de arte son, al menos, el vívido testimonio de un momento dorado del arte valenciano.

Martí Domínguez

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